sábado, 16 de enero de 2016

The Hateful Eight (Los Odiosos Ocho)


Para comenzar diré que no soy objetiva respecto a ninguna peli de Tarantino. Amo todo lo que hace como director. Hasta he cambiado de opinión sobre ciertas mierdas que ha dirigido Robert Rodríguez como Planet Terror al saber que él estaba en el ajo. Dicho esto, creo que ésta ("esta" según la RAE postrendición) no es una película que vaya a gustar al público general. ¿Te gusta el cine de Tarantino? Te parecerá su peor película y saldrás del cine orgulloso, dando botes y pensando que de todos modos sigue siendo mejor que cualquier otra cosa que pudieras haber visto ese día. Te guardarás las entradas y la querrás como a un hijo tonto: ¿Menos? No. Con más amor todavía. ¿No te gusta? Saldrás del cine haciendo comentarios a los que cualquier tarantiniano te respondería: "¡Qué atrevida es la ignorancia!" (eso me lo dijo una vez una inepta de la que ya he hablado en otra entrada cuando dije que no me gustaba un puto cubo de piedra a lo que ella llamaba escultura). Me refiero a que he oído decir a ciertas personas sobre esta película y otras como mi amada, reverenciada y película de cabecera Kill Bill, que es todo SANGRE. Voy a explicaros mi punto de vista sobre por qué esta película merece la pena y sobre por qué, en el cine de Tarantino, no es TODO SANGRE.


The Hateful Eight es la película más localizada de Tarantino. Se desarrolla en exteriores en medio de la nieve y en un lugar llamado La Mercería de Minnie donde tiene lugar prácticamente toda la acción . Si habéis oído que vais a encontraros un western podéis ir desterrando esa idea. Una cinta no es un western porque se desarrolle en Wyoming o porque sus personajes lleven sombreros y botas de cowboy. Os encontraréis algo mucho más parecido a Asesinato en el Orient Express de Agatha Christie cambiando ¿quién es el asesino? por ¿quién ha envenenado el café?. Tampoco tiene el humor de Inglorious Basterds o Pulp Fiction pero prometemos que dos balas seguirán siendo suficiente para explotar cabezas y que la nieve esta vez no dará lugar a bucólicas escenas como el duelo entre Beatrix Kiddo y O-Ren Ishii sino a bizarras salpicaduras de sangre.


Las primeras acciones de la película se ven propulsadas por la genial música de Ennio Morricone (lo único que The Hateful Eight tiene de western) y por una fotografía limpia y poética. Una diligencia con su conductor y dos pasajeros recoge a dos hombres más por el camino a Red Rock en medio de la tormenta de nieve y paran el la Mercería de Minnie para refugiarse de la tempestad. Allí, La Horca con su prisionera camino de su ejecución por asesinatos, el cazarrecompensas y el supuesto Sheriff recogidos por el camino además del cochero tendrán que esperar a que cese el temporal junto con los hombres que ya se encuentran en el lugar y ver quiénes salen vivos del asunto. Resulta maravilloso y al nivel del típico malvado de cómic el personaje del Mayor Marquis Warren interpretado por Samuel L. Jackson así como el de Daisy Domergue que lleva a la perfección Jennifer Jason Leigh. Me enamoré de ella desde la primera vez que la vemos desafiante con su ojo morado y me ganó del todo al hacer un alarde de dignidad tras otro a lo largo de la historia. La narración aparece dividida en capítulos una vez más y las tres horas se pasan como si de hora y media se tratara.


En esta película, como en todas las suyas, Tarantino no muestra sólo una exhibición de sangre humana exagerada como muchos dicen sino que lleva al extremo el humor negro. Por eso no se trata de cine gore, porque dicho derramamiento tiene mucho de artístico y de moralizante. Me atrevo a decir tal cosa no porque afirme que ésa es la intención del director sino porque es el efecto que, particularmente en mí, consigue. Tarantino nos muestra la maldad más descarnada en muchos de sus personajes. Si bien es cierto que sus buenos no son nunca buenos del todo, en esta película podemos afirmar que directamente no se ve un ápice de bondad en nadie salvo en las maravillosas mujeres que ocupan la Mercería de Minnie antes de que todo comience y de las que desgraciamente no puedo hablar más para no estropearos la visita al cine. Sólo decir que dan ganas de quedarse allí sentadas con ellas a tomar café y hacer un paréntesis para dejar que se desarrolle otra película de talante amable. Hay dos maneras de resultar moralizante: diciendo qué se debe hacer o mostrando todo lo contrario de forma que la crueldad llegue a darnos náuseas. El Director elige siempre la segunda. Y surte efecto. Si los chavales vieran películas de Tarantino con diez años espabilarían y se les quitarían las ganas de ser unos malnacidos en el futuro. Apuesto por ello.


Por todo lo dicho, desde Blog Letraxx os recomendamos que vayáis a verla, la juzguéis y nos contéis qué os ha parecido.





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