jueves, 21 de enero de 2016

De monja a roja. VOLUMEN I.

¿Recordáis las imágenes de monjas en televisión votando el pasado 20 de Diciembre? 
¿A qué creéis que se deben?


Cuando las vi pensé que resulta curioso que las monjas sean percibidas con tanta simpatía por la sociedad teniendo en cuenta que se trata de víctimas de una institución machista, retrógrada, alienante y con funcionamiento de secta peligrosa como la Iglesia Católica. A lo largo de este artículo intentaré poner luz sobre estas afirmaciones de modo que veáis que no se trata en absoluto de exageraciones.
Cuando sabemos que una persona ha sido víctima de malos tratos empatizamos con ella y el sentimiento que despierta en nosotros es compasión en la más bella acepción de la palabra pero en ningún caso diversión o simpatía. ¿Por qué entonces llamamos “monjitas” a las monjas o nos parece la suya una imagen amable?

AQUÍ COMIENZA EL ENGAÑO...

¿Cómo creéis que eran esas mujeres antes de hacerse MONJAS y que todo su “yo” desapareciera eclipsado por un hábito y una toca o simplemente por una tremenda pinta de “meapilas” como en el caso de las seglares consagradas (lo mismo pero sin hábito de manera permitida por la Iglesia)?
Os las imagináis como seres angelicales faltos de ambición terrenal y de pulsiones sexuales, ¿verdad? Pues nada más alejado de la realidad. La mayoría de ellas, al menos las que hoy entran en instituciones de vida consagrada o conventos, se habrán ido de copas, habrán hecho botellón, se habrán follado a unos cuantos y habrán llamado a sus amigas después para contarles la faena (lo cual es delito si se hace con pelos y señales, por cierto). ¿Ahora os parece más raro que una chica “normal” llegue a encerrarse con otras tantas tías, a renunciar al sexo, a renunciar a tener unas pertenencias básicas o una mínima libertad de arbitrio? Yo creo que sí.




Aquí llega el punto en el que este artículo va a empezar a molar a los disidentes y a hacer que los políticamente correctos se sientan burguesamente ofendidos.

Cuando nos dicen que un tío se ha metido en un lugar en el que espera con su comunidad la llegada de los alienígenas pensamos que era una persona “normal” a la que alguien ha lavado el cerebro. Cuando nos dicen que se ha metido en un sitio donde espera con su comunidad el advenimiento de Cristo nos imaginamos, sin embargo, que se trata de alguien un poquito raro que libremente ha tomado una decisión. ¿Tiene eso algún sentido? La respuesta es, desgraciadamente, “no”.

El proceso mediante el cual una persona opta por semejante y brutal cambio de vida tiene variantes pero también puntos comunes como los que pasamos a explicar a continuación:

Todas las sectas escogen como víctimas, de manera preferente, a personas que por uno u otro motivo se encuentran especialmente vulnerables. La Iglesia, en este caso, no pierde la ocasión de acercarse a personas poco formadas, rebeldes y deseando enfrentarse a la autoridad paterna y a los roles típicos de nuestra sociedad: los adolescentes. Se puede ser outsider o escoger un modo alternativo de vida yendo a manifestaciones antisistema o sacando un rosario en el metro y disfrutando secretamente de las miradas de asco y reprobación de los pasajeros. Alentando a los jóvenes a llevar un modo de vida difícil, no apto para débiles, desaprobado socialmente y constructor de gratas fantasías mentales como el futuro paraíso o el amor de Cristo, la Iglesia consigue ofrecer una vía de escape a toda la insatisfacción y la rebeldía propias de la adolescencia. En el movimiento del que nosotras formábamos parte se decía algo curioso: “Pídele poco a un joven y no dará nada. Pídele mucho y lo dará todo”. Y así fue. Nosotras lo dimos todo. Nos vaciamos, nos alienamos, nos llegamos a enorgullecer de llevar una vida que ni un chaval de mili hubiera podido soportar y por unos años dejamos de existir en el sentido más literal del término.



En los siguientes volúmenes os explicaremos cómo vivimos dentro de la vida consagrada a Cristo y a la Iglesia y por qué. Qué cosas nos mantenían atadas a esta forma de vida inoculada, cuáles nos hacían querer salir corriendo y cómo conseguimos finalmente escapar.









No hay comentarios:

Publicar un comentario