sábado, 6 de febrero de 2016

Haruki Murakami. La cura para corazones rotos.



Hace años que leo a Murakami. Comencé cuando me lo recomendó una amiga. Estaba pasando un mal momento. Uno de esos en los que te acaban de romper el corazón pero tienes la suerte de poder faltar a clase y salir sólo para ir a trabajar los fines de semana. Pasé una temporada viviendo de noche y durmiendo de día. Leyendo a Murakami y fumando por las noches mientras bebía Coca-Cola. Y sí, resultó ser bastante terapéutico.

No es el tipo de actitud que te vaya a recomendar nadie para salir de un bache pero la vida es más complicada aún que los manuales de psicología y creo que teniendo algo de sensatez puede uno fiarse de sí mismo y curarse las heridas como Dios le dé a entender. Sin autocompadecerse. Eso no creo que pueda ayudar en ninguna circunstancia.

El primer libro suyo que leí fue Tokio Blues. Nunca había leído algo que retratara con tanta sencillez y certeza los sentimientos humanos; la problemática de vivir y la posibilidad de fracasar en el intento y todo ello con naturalidad. Sin buscar culpables. He leído todo cuanto he encontrado de este autor japonés. Creo que es un hombre profundo en el sentido más pragmático de la palabra.

A veces se habla de la profundidad de las personas aludiendo a capacidades artísticas más que morales. Murakami, sin embargo, tiene la capacidad de empatizar y hacernos conectar con sus personajes y de entenderlos a todos ellos: víctimas y verdugos. No soy una persona precisamente relativista y creo que el mundo se divide en basura y gente buena y no precisamente a partes iguales (por desgracia). Pero es cierto que a veces somos poco comprensivos con las debilidades de los demás (la maldad es injustificable, por supuesto) cuando en realidad la mayoría hacemos simplemente lo mejor que podemos.

En sus historias no solemos encontrar grandes descripciones de los personajes desde el comienzo como es habitual en la narrativa occidental. Son las cosas que les pasan, las que dicen y sienten y el lugar donde se encuentran lo primero que conocemos de ellos. Después suele darnos algún que otro dato sobre su aspecto físico aumetando así nuestra curiosidad. Dejando nuestra mente libre para imaginar cómo son esas personas pues de hecho todos los personajes de Murakami somos nosotros mismos.

¿Por qué me resultará tan terapéutico leerlo? Supongo que porque su objetivo al escribir no es narrar una historia. No suele ocurrir gran cosa, dicho sea de paso. Consiste más bien en describir con un talento único los sentimientos de sus personajes, sus miedos, sus anhelos y hacernos ver que todos los días de nuestra vida merecen la pena. También los más amargos. Que no necesitamos finales felices sino esperanza y vivir sin presionarnos por tener una vida con unas características determinadas.

Imagino que es ese contexto narrativo lo que nos hacer ver que nuestros problemas no son muy diferentes de los de los demás y que la supervivencia y el éxito están en saber aceptar lo doloroso y no aferrarse a ello; en continuar con esperanza. En no rendirnos interiormente jamás.


martes, 2 de febrero de 2016

Las Sufragistas (Sarah Gavron)

Mi sensación al ver el cartel de la película en el cine ante el que me encontraba el pasado viernes fue la de una cinta amable, con Meryl Streep como apuesta segura y, evidentemente, de temática si no feminista al menos femenina. En realidad no acerté. El papel de Meryl Streep es meramente testimonial; puro reclamo que por otro lado se nos antoja totalmente innecesario pues esta película es buena de verdad. Tampoco tiene nada de amable ni de facilona. 

Maud Watts, el personaje que interpreta Carey Mulligan emana, al comienzo de la cinta, dubitativa valentía. Protagonista de una historia que la arrolla y la transforma. Que le roba la inocencia a través de su compromiso con la causa de las sufragistas pero la despierta y le ofrece a cambio la libertad. Proyecta hacia nosotros, de manera sincera y honda, los sufrimientos de mujeres que lo quisieron y lo lucharon todo mientras eran sistemáticamente ninguneadas como seres humanos.



Esta historia trata sobre el amor y sobre la dignidad. Especialmente sobre cómo todos los sacrificios merecen la pena por dignificarse a una misma; incluso arriesgarse a verse separada de un hijo. Viéndola es inevitable olvidarse de que estamos ante cine porque en realidad estamos ante vida y ante verdad; ante pasión. Y el cine no es nada en comparación con eso.

Mujeres trabajando por menos, trabajando más; sin derecho alguno sobre sus hijos: como meras incubadoras cuyos amados retoños pasaban a manos de sus esposos en caso de separación. Sometidas a abusos sexuales y maltrato con asquerosa normalidad. Sin condena social a sus verdugos. Sin consuelo. Sin piedad. Así era nuestro mundo hace tan poco que da miedo. Así era y así sigue siendo pero con la gran diferencia de que ya no partimos de cero a la hora de reclamar la igualdad de derechos de mujeres y hombres.

Ver cuánto falta por hacer no debe hacernos olvidar todo lo conseguido gracias a la sangre de tantas que se sacrificaron por nosotras. Por cada una de nosotras y con ello por la humanidad que con nosotras libres gana.

Esta película nos hace recordar que aunque no rocemos el horizonte con las yemas de los dedos venimos de muy lejos. Que lo que tenemos no nos lo han dado los hombres. Ni un solo derecho. Todas nuestras libertades han sido ganadas con sudor y sangre.

Y sí, es una gran película, pero ya os digo que es mucho más.


jueves, 28 de enero de 2016

Hoy me han despedido. Perdiendo mi virgINEMidad


Curiosa palabra. Despido.

Hoy me han despedido. Mejor dicho, me han obligado a despedirme, a decir adiós.
Ni siquiera he podido decir esa frase horripilantemente cursi.
Sí, ésa, la de 'No es un adiós, es un hasta luego' - porque realmente es un adiós a muchas cosas.




Los nuncamases normalmente asustan y en este caso también.
Aunque por suerte, en este caso, sólo me asustan algunos. Me asusta no volver a ver o perder el contacto con gente con la que he compartido trozos de mí, sé que algunos se quedarán con ellos.

Me asusta cortar el grifo del dinero, aunque por desgracia, eso siempre vuelve. Y digo por desgracia porque le he cogido bastante manía, es el corruptor de almas por excelencia. 
La gente hace cosas muy raras por dinero, como si fuera el último tribunal, el fin último de la vida.  ¡Qué miedo convertirse en uno de ellos! Llegan al final de sus vidas, siendo tan pobres, vacíos y tristes que lo único que han acumulado son números en una dirección de Internet.



En este lugar he conocido a gente miserable, como si el mismo diablo les susurrara al oído lo que tenían hacer para cometer crímenes perfectos. 

Y si eso es ser inteligente, superviviente, fuerte y poderoso realmente elijo ser tonta, frágil, débil e indefensa, al menos no sentiré que soy un charco de agua estancada.

Me alegra decir adiós a un pulpo gigante dominador de mundos cuyas ventosas succionan dinero, una especie de Robin Hood invertido que roba a los pobres, para dárselo a los ricos. El dinero, es su mayor orgullo ¡Os lo juro, lo he visto! 

Me alegra que me hayan sacado de ese mar lleno de tiburones asesinos (con perdón a los tiburones) en el que siempre me sentí como un pez que sólo quería vivir cerca del coral. Creo que alguien pensó que si hacía desaparecer al pez, se quedaría con todo. 
Creo que ese alguien buscaba tener más poder. Pero... ¿Poder sobre qué exactamente? ¿Sobre un montón de gente que desea que desaparezca? 




Es un paradigma aterrador.


Hoy he estado en el INEM, he perdido mi virgINEMidad, nunca había ido a solicitar la prestación por desempleo y he de decir que, aunque tiene un tinte triste, es un lugar donde coexisten la empatía y la complicidad. Todo el mundo se mira y todos transmiten un 'I've been there too' con la mirada.

Un amigo lo ha expresado como estar en una situación preñada de posibilidades. Cierto es, amigos.

A partir de hoy, dejo caer el bolígrafo para irme a mi propia tierra de Nunca Jamás y empezar a hacer lo que me pide el cuerpo.
¿Soy un poco Peter Pan? Seguramente.
¿Una inconsciente? También.
¿Una idealista sin remedio? Aún más.

Así me despido yo, me despido para seguir luchando por una sociedad donde todos podamos volar. ¡Bienvenidos a BlogLetraXX! 



Dejar de chocar con las raíces...¡Y volar!


No entiendo esta sociedad. Crea enfermedad.
Estudia 20,25,30 años, es el tiempo que tardan en moldear tu mente, en encogerte los huesos hasta que tu cuerpo se convierte en una pieza de puzzle y encaje con lo que se han inventado.

Como los pies de una geisha, has aprendido a someterte, ahora camina.
Y trabaja. Que el trabajo dignifica.
Y para que no nos demos cuenta de que somos esclavos, nos dan un jornal, una promesa de libertad que sólo es eso, una promesa rota. 

Sabemos que con papel no se vuela, pero seguimos intentándolo y llegamos a volar tan alto, que chocamos con las raíces.

Es hora de que nos demos la mano y cojamos carrerilla.
Es hora de que miremos a las águilas, que están ahí para enseñarnos el camino hacia el sol. Y volemos.


jueves, 21 de enero de 2016

De monja a roja. VOLUMEN I.

¿Recordáis las imágenes de monjas en televisión votando el pasado 20 de Diciembre? 
¿A qué creéis que se deben?


Cuando las vi pensé que resulta curioso que las monjas sean percibidas con tanta simpatía por la sociedad teniendo en cuenta que se trata de víctimas de una institución machista, retrógrada, alienante y con funcionamiento de secta peligrosa como la Iglesia Católica. A lo largo de este artículo intentaré poner luz sobre estas afirmaciones de modo que veáis que no se trata en absoluto de exageraciones.
Cuando sabemos que una persona ha sido víctima de malos tratos empatizamos con ella y el sentimiento que despierta en nosotros es compasión en la más bella acepción de la palabra pero en ningún caso diversión o simpatía. ¿Por qué entonces llamamos “monjitas” a las monjas o nos parece la suya una imagen amable?

AQUÍ COMIENZA EL ENGAÑO...

¿Cómo creéis que eran esas mujeres antes de hacerse MONJAS y que todo su “yo” desapareciera eclipsado por un hábito y una toca o simplemente por una tremenda pinta de “meapilas” como en el caso de las seglares consagradas (lo mismo pero sin hábito de manera permitida por la Iglesia)?
Os las imagináis como seres angelicales faltos de ambición terrenal y de pulsiones sexuales, ¿verdad? Pues nada más alejado de la realidad. La mayoría de ellas, al menos las que hoy entran en instituciones de vida consagrada o conventos, se habrán ido de copas, habrán hecho botellón, se habrán follado a unos cuantos y habrán llamado a sus amigas después para contarles la faena (lo cual es delito si se hace con pelos y señales, por cierto). ¿Ahora os parece más raro que una chica “normal” llegue a encerrarse con otras tantas tías, a renunciar al sexo, a renunciar a tener unas pertenencias básicas o una mínima libertad de arbitrio? Yo creo que sí.




Aquí llega el punto en el que este artículo va a empezar a molar a los disidentes y a hacer que los políticamente correctos se sientan burguesamente ofendidos.

Cuando nos dicen que un tío se ha metido en un lugar en el que espera con su comunidad la llegada de los alienígenas pensamos que era una persona “normal” a la que alguien ha lavado el cerebro. Cuando nos dicen que se ha metido en un sitio donde espera con su comunidad el advenimiento de Cristo nos imaginamos, sin embargo, que se trata de alguien un poquito raro que libremente ha tomado una decisión. ¿Tiene eso algún sentido? La respuesta es, desgraciadamente, “no”.

El proceso mediante el cual una persona opta por semejante y brutal cambio de vida tiene variantes pero también puntos comunes como los que pasamos a explicar a continuación:

Todas las sectas escogen como víctimas, de manera preferente, a personas que por uno u otro motivo se encuentran especialmente vulnerables. La Iglesia, en este caso, no pierde la ocasión de acercarse a personas poco formadas, rebeldes y deseando enfrentarse a la autoridad paterna y a los roles típicos de nuestra sociedad: los adolescentes. Se puede ser outsider o escoger un modo alternativo de vida yendo a manifestaciones antisistema o sacando un rosario en el metro y disfrutando secretamente de las miradas de asco y reprobación de los pasajeros. Alentando a los jóvenes a llevar un modo de vida difícil, no apto para débiles, desaprobado socialmente y constructor de gratas fantasías mentales como el futuro paraíso o el amor de Cristo, la Iglesia consigue ofrecer una vía de escape a toda la insatisfacción y la rebeldía propias de la adolescencia. En el movimiento del que nosotras formábamos parte se decía algo curioso: “Pídele poco a un joven y no dará nada. Pídele mucho y lo dará todo”. Y así fue. Nosotras lo dimos todo. Nos vaciamos, nos alienamos, nos llegamos a enorgullecer de llevar una vida que ni un chaval de mili hubiera podido soportar y por unos años dejamos de existir en el sentido más literal del término.



En los siguientes volúmenes os explicaremos cómo vivimos dentro de la vida consagrada a Cristo y a la Iglesia y por qué. Qué cosas nos mantenían atadas a esta forma de vida inoculada, cuáles nos hacían querer salir corriendo y cómo conseguimos finalmente escapar.









lunes, 18 de enero de 2016

Poesía - Varios Cuerpos

“ Caminé hasta el mar,
 sólo para lanzar piedras a unas olas,
 Que, a juzgar por la espuma- estaban más furiosas que yo
Y cuando la marea me devolvió las piedras de vuelta,
me las metí todas en los bolsillos.
Y ahora están tan llenos de miedos que mis pies no aguantan el peso de mis pasos.
Y caí de rodillas en la arena,
Derrotada, herida.
Casi olvidé que estaba viva. “

7 26 de la mañana.
Me he despertado con ganas de volar, de subirme a los lomos de un pájaro y tragar algo de libertad durante un segundo.
Pero de vez en cuando la vida es irónica y en vez de volar con los pájaros, estoy sentada en el asiento 9B de un AVE.
Aparentemente quieta, aparentemente inmóvil y sin embargo mis pensamientos viajan a más velocidad que el mismo tren.

Me siento extraña en mi propia piel.
A veces pienso que nací para ser orca, caballo, pingüino, loba, o delfín.  De ahí que pueda capaz de entender a cualquier especie, menos a la mía. Menos a mí.
Así que si eres tan humano, que no eres capaz de ponerte en la piel de un canario, de entender la vulnerabilidad de una buitre… mejor que no sigas leyendo. No nos entenderemos. Jamás.




Me siento extraña porque no entiendo.
Porque nunca he entendido.
Y porque me niego a entender.
Y porque hoy, para variar  – siento rabia.
Que también existe.
Está aquí porque estoy triste, porque la tristeza de vez en cuando se enquista, porque luchar contra dragones y perder todas las  batallas en un día, agotaría a cualquier príncipe.
Y me da rabia.
Porque estoy perdida.


Alguien ha apretado un botón rojo, y ahora todo ha explotado.
Débil, dicen.
Hoy, mi vida es de asfalto y no sé el nombre de quién ha plantado semillas que no llegan a nacer.
En vez de árboles, en vez de frutas, me quedo con unas raíces deformes que destrozan todo al crecer.



sábado, 16 de enero de 2016

The Hateful Eight (Los Odiosos Ocho)


Para comenzar diré que no soy objetiva respecto a ninguna peli de Tarantino. Amo todo lo que hace como director. Hasta he cambiado de opinión sobre ciertas mierdas que ha dirigido Robert Rodríguez como Planet Terror al saber que él estaba en el ajo. Dicho esto, creo que ésta ("esta" según la RAE postrendición) no es una película que vaya a gustar al público general. ¿Te gusta el cine de Tarantino? Te parecerá su peor película y saldrás del cine orgulloso, dando botes y pensando que de todos modos sigue siendo mejor que cualquier otra cosa que pudieras haber visto ese día. Te guardarás las entradas y la querrás como a un hijo tonto: ¿Menos? No. Con más amor todavía. ¿No te gusta? Saldrás del cine haciendo comentarios a los que cualquier tarantiniano te respondería: "¡Qué atrevida es la ignorancia!" (eso me lo dijo una vez una inepta de la que ya he hablado en otra entrada cuando dije que no me gustaba un puto cubo de piedra a lo que ella llamaba escultura). Me refiero a que he oído decir a ciertas personas sobre esta película y otras como mi amada, reverenciada y película de cabecera Kill Bill, que es todo SANGRE. Voy a explicaros mi punto de vista sobre por qué esta película merece la pena y sobre por qué, en el cine de Tarantino, no es TODO SANGRE.


The Hateful Eight es la película más localizada de Tarantino. Se desarrolla en exteriores en medio de la nieve y en un lugar llamado La Mercería de Minnie donde tiene lugar prácticamente toda la acción . Si habéis oído que vais a encontraros un western podéis ir desterrando esa idea. Una cinta no es un western porque se desarrolle en Wyoming o porque sus personajes lleven sombreros y botas de cowboy. Os encontraréis algo mucho más parecido a Asesinato en el Orient Express de Agatha Christie cambiando ¿quién es el asesino? por ¿quién ha envenenado el café?. Tampoco tiene el humor de Inglorious Basterds o Pulp Fiction pero prometemos que dos balas seguirán siendo suficiente para explotar cabezas y que la nieve esta vez no dará lugar a bucólicas escenas como el duelo entre Beatrix Kiddo y O-Ren Ishii sino a bizarras salpicaduras de sangre.


Las primeras acciones de la película se ven propulsadas por la genial música de Ennio Morricone (lo único que The Hateful Eight tiene de western) y por una fotografía limpia y poética. Una diligencia con su conductor y dos pasajeros recoge a dos hombres más por el camino a Red Rock en medio de la tormenta de nieve y paran el la Mercería de Minnie para refugiarse de la tempestad. Allí, La Horca con su prisionera camino de su ejecución por asesinatos, el cazarrecompensas y el supuesto Sheriff recogidos por el camino además del cochero tendrán que esperar a que cese el temporal junto con los hombres que ya se encuentran en el lugar y ver quiénes salen vivos del asunto. Resulta maravilloso y al nivel del típico malvado de cómic el personaje del Mayor Marquis Warren interpretado por Samuel L. Jackson así como el de Daisy Domergue que lleva a la perfección Jennifer Jason Leigh. Me enamoré de ella desde la primera vez que la vemos desafiante con su ojo morado y me ganó del todo al hacer un alarde de dignidad tras otro a lo largo de la historia. La narración aparece dividida en capítulos una vez más y las tres horas se pasan como si de hora y media se tratara.


En esta película, como en todas las suyas, Tarantino no muestra sólo una exhibición de sangre humana exagerada como muchos dicen sino que lleva al extremo el humor negro. Por eso no se trata de cine gore, porque dicho derramamiento tiene mucho de artístico y de moralizante. Me atrevo a decir tal cosa no porque afirme que ésa es la intención del director sino porque es el efecto que, particularmente en mí, consigue. Tarantino nos muestra la maldad más descarnada en muchos de sus personajes. Si bien es cierto que sus buenos no son nunca buenos del todo, en esta película podemos afirmar que directamente no se ve un ápice de bondad en nadie salvo en las maravillosas mujeres que ocupan la Mercería de Minnie antes de que todo comience y de las que desgraciamente no puedo hablar más para no estropearos la visita al cine. Sólo decir que dan ganas de quedarse allí sentadas con ellas a tomar café y hacer un paréntesis para dejar que se desarrolle otra película de talante amable. Hay dos maneras de resultar moralizante: diciendo qué se debe hacer o mostrando todo lo contrario de forma que la crueldad llegue a darnos náuseas. El Director elige siempre la segunda. Y surte efecto. Si los chavales vieran películas de Tarantino con diez años espabilarían y se les quitarían las ganas de ser unos malnacidos en el futuro. Apuesto por ello.


Por todo lo dicho, desde Blog Letraxx os recomendamos que vayáis a verla, la juzguéis y nos contéis qué os ha parecido.