viernes, 8 de enero de 2016

Qué nos gusta de Frida.

En cualquiera de los miles de escritos sobre Frida Kahlo que encontramos en internet podemos ver sus fechas de nacimiento y defunción junto a su larguísimo nombre y una foto de su carismático rostro.
Confiamos en que todos sabéis lo suficiente de Frida: el hecho de que es una mujer que nació, vivió y murió en México en el siglo XX d.C y que ha pasado a la posteridad como una gran pintora. Sin embargo, en el caso de Kahlo hay que admitir que además de su capacidad artística, técnica, de su talento; hay características de su biografía, de su forma de ser y afrontar la vida que hacen de ella una mujer grande. Una mujer para la historia. Tanto que será una de nuetras patronas laicas (ahí lo dejamos).

Es el dolor que traspasó su vida lo que impregna toda su obra junto con su voluntad de poder (como la llamaría Nietzsche) sobre sí misma. No teme al dolor sino que lo utiliza. No se deja aplastar por su peso sino que saca de sí el sufrimiento en forma de colores explosivos, de perfiles rotundos, de composiciones inflexibles; de mensajes bien claros; de ojos con miradas penetrantes que hablan de lo real de la vida; de las experiencias vitales que nos sacan de nosotros mismos y que nos enseñan más que todas las alegrías juntas. Que nos hacen pasar de SER seres humanos a SER personas. Que nos enseñan a diferenciar hasta de reojo a quienes SON de quienes sólo TIENEN.

Durante su primera juventud Frida Kahlo sufrió un accidente de autobús que le acarreó unas secuelas físicas horribles. No llegó a recuperarse nunca. Fue intervenida quirúrgicamente repetidas veces a lo largo de su vida por sus lesiones en la espalda que la obligaban a llevar un corsé ortopédico y pasó meses ingresada en hospitales con la esperanza siempre frustrada de curarse por fin; de una notable mejoría al menos. Mientras se encontraba tumbada en su cama se le preparaba el lienzo sobre una estructura adaptada para que en aquella postura pudiera pintar.En medio de esta situación personal nada envidiable con una tormentosa relación con su esposo Diego Rivera para colmo, Kahlo desarrolla una obra pictórica en buena parte autobiográfica.

La falta de realismo de su pintura hizo que un coetáneo de la mexicana,el escritor André Breton, la tildara de surrealista. Etiqueta que Frida rechaza pues el surrealismo se nutre de sueños o imaginación mientras que sus obras, según ella misma, retratan sus propias vivencias.

Lo que nos gusta de Frida es su valentía a la hora de jugar las cartas que le tocaron en la vida, su fidelidad a las propias raíces evidente tanto en su aspecto como en sus cuadros. Nos atrapa su deseo de autodeterminación como mujer expresado incluso en una sexualidad libre nada común en su época. Su mirada nos habla de la posibilidad de hacer cosas grandes desde la debilidad cuando se tiene valor; cuando  se cree en uno mismo.


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